SOBRE NOSOTRAS
Hermanitas de la Asunción
Congregación Religiosa Católica, insertas en las periferias de las grandes ciudades,
somos enviadas a quienes en el mundo no tienen voz ni influencia,
para que nuestros actos "hablen Jesucristo",
por medio de la presencia, de gestos de solidaridad y servicio.
Junto con otr@s intentamos crear ambientes donde cada un@ sea llamad@ por su nombre, invitad@ a la construcción de un mundo más justo, en paz y en armonía con la Creación.

MUJERES, RELIGIOSAS, APÓSTOLES
Hemos sido llamadas a optar por Jesucristo y su Reino,
desplegando todas nuestras capacidades de amar sin exclusividad (castidad),
de ejercer el poder sin dominar (obediencia) y de poseer bienes sin acaparar (pobreza). Llamada que exige de nosotras vivir coherentemente aquello que queremos anunciar.
Vivimos esta búsqueda constante del Señor en comunidad. En ella nos ayudamos y nos dejamos transformar a través de las tensiones, los conflictos y las alegrías.
Quisiéramos que nuestro ser hermanas fuera ya anuncio
de otras relaciones posibles entre los seres humanos.
Relaciones abiertas a una actitud de acogida, reconciliación y perdón.

NUESTRA ORACIÓN
Nuestra oración brota de la vida y a ella vuelve, amasada con la Palabra
y meditada diariamente desde las alegrías y sufrimientos de nuestros pueblos.
Oración que se va convirtiendo así en sorpresa, alabanza, acción de gracias,
petición, compromiso, espera, conflicto…
Una oración abierta al mundo que no entiende ni de espacio ni de tiempo.
Se da en todas partes y a todas horas,
haciendo de las calles templos y de la vida una oración incesante.
No requiere esto de medios extraordinarios sino que es una oración de pobre
que conoce las noches, el proceso, el esfuerzo y el regalo.

NUESTROS FUNDADORES
En 1865 Etienne Pernet y Antonietta Fage fundan la Congregación de las Hermanitas de la Asunción. Un regalo del Espíritu a la Iglesia y al mundo. Ambos experimentan en su vida personal y familiar que Dios salva en la debilidad y la pobreza. Para ambos el sufrimiento ajeno no les es indiferente y lo descubren en el rostro de los más pobres. En esta segunda mitad del siglo XIX y en plena industrialización estos rostros son los de los obreros y sus familias.

